Abe's Brain

miércoles, agosto 25, 2004

At twenty one the world was mine

Bueno, hoy es mi cumpleaños así que supongo que lo normal es actualizar el blog. Empecemos hablando por el título, descartado “Tien 21” ante lo estúpido que resulta me quedé con ese fragmento de una canción de O.M.D., no es demasiado cierto pero la canción me encanta.

Hace algún tiempo, en el Magacine de la Nueva España, Quim Monzó hablaba de una web donde tú podías escribirte a ti mismo un correo y recibirlo X días, meses o años después. Podías hacerlo público y que los demás lo pudieran leer o bien privado. Lo más normal eran correos a un yo futuro de “espero que tengas piso/mujer/hijos/…”; y varios se escribían hasta con un periodo de 25 años.

En un principio pensé en hacerlo. Quedaba más o menos un año para este cumpleaños y no parecía muy mala idea. Sin embargo, acabé por descartarlo, primero porque se me antojaba a poco recibirlo sólo un año después. Y si lo postergaba demasiado, lo normal es que desapareciera mi dirección de correo.

Además, entraba en el dilema un factor más. Si recibes el correo y se ha cumplido todo lo que esperabas (partimos de que no te mandas un correo de “Hola, que tal… bien eh… pues hace 10 años estaba lloviendo…”) porque eres un hombre de éxito no tendrías ningún problema; te alegrarías, te resultaría curioso y te pondrías nostálgico. Pero y si resulta que lees la carta y te das cuenta de que tu vida, en realidad, es una mierda. Vaya, no me negaréis que puede pasar. Peter Griffin decía que su niño interior odiaba al gordo cabrón en que se había convertido; bueno, pues por ejemplo. No tiene por que ser que estés en la ruina, acusado de homicidio, etc… puedes ser un hombre de negocios que ha renunciado a todos sus ideales pero en el fondo daría todo su dinero por volver a sentirse libre. Imagínate recibir la carta en esos casos…

Así que, finalmente, no envié nada y aquel artículo se fue de mi mente y no volvió hasta ayer. Si me lo hubiera mandado para recibirlo hoy, no sé si sería decepcionante, porque simplemente mi vida es prácticamente igual que hace un año, y que el anterior,… Pero bueno, qué le vamos a hacer, tampoco es para quejarse.

De momento eso es todo; gracias a los que me han felicitado, grageas para la memoria a los que no se acordaron y para los que no quisieron, nada. Cya.

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martes, agosto 24, 2004

The usual suspects

Dado que casi todos ya sabéis la historia me limitaré a plasmarla sin más, sin demasiado dramatismo…

Hoy debería haber sido un día como cualquier otro. Me levanto, me preparo y voy al banco a ingresar la recaudación del estanco. La diferencia estaba en que llevaba la del viernes y la del sábado, con lo que era cuantiosa. Así que salgo para el banco y le planto al tipo unos fajos de billetes, le digo lo que tiene que salir y espero.

La máquina de contar billetes empieza a hacer un trabajo, el tipo hace unos cálculos y pone mala cara. “Oh oh”, pienso; “me salen 200 de menos”, dice él. Miro mis cuentas, parecen estar bien, le miro a él. "Vamos a contar otra vez". Mismo resultado. Empiezo a titubear, cojo mis papeles nerviosamente y finalmente acepto la dificultad de que la máquina se hubiera confundido dos veces en la misma cantidad. Me aconseja que revisemos la caja y me voy.

Llego al estanco y lo explico. Revisamos la caja y mis cálculos estaban bien. Hasta entonces la situación no me había parecido especialmente grave, siempre queda la esperanza de una mala suma o algo así. Pero para entonces una voz interior te dice: “la has cagado machote”. Y entonces el que quedaba encargado del estanco enuncia por primera vez la frase “es que es muy raro”, frase que se repetiría unas 100 veces sin exagerar.

Y, ¿por qué es muy raro? Bien, repasemos la situación. Cuando se cierra el estanco, hacemos caja. El encargado cuenta el dinero, yo cuento el dinero y miramos que a ambos nos dé lo mismo, luego se compara con lo que debería salir. Bueno, pues tanto el viernes como el sábado se siguió ese procedimiento. La caja salió bien y yo subí el dinero a casa. Allí pasó el fin de semana y cuando llegó al banco faltaban 200 euros. Para entonces yo ya me veía como el principal sospechoso.

Si las cuentas están bien, ¿cómo es que falta dinero a la hora de ingresar? Es muy raro… Y yo (o mi paranoia), mientras tanto, cada vez que oía frases así, oía entre líneas un “todo apunta hacia ti, colega. Devuélvelo”. En mi absoluta inocencia, mi única coartada era ser el hijo de la dueña. Coartada no es la palabra adecuada, quizás fuera mejor salvoconducto. Haber cogido el dinero sería casi como robarme a mí mismo; y, esperaba que se me presupusiera un poco de inteligencia y responsabilidad.

Pero cada “es muy raro” se me clavaba en el corazón. Deseaba gritar un “¡dilo, maldita sea! ¡Di que crees que fui yo!”, pero mantuve la compostura. ¿Qué debía hacer? ¿Ponerlo de mi dinero? Pero después de todo yo no había sido el culpable. Además, ¿y si finalmente aparecía?

Cuando lo piensas fríamente, te das cuenta de una serie de errores (o lo que ahora ves como errores) que cometiste y que llevaron a la situación actual. Te dices que deberías haberlo vuelto a contar en casa, que deberías haber pasado antes por el estanco, que deberías haberlo hecho en dos ingresos diferentes y que, al ver que salía de menos, no deberías haberte fiado de la máquina y deberías haber cogido el dinero y contarlo tú mismo. De hecho, la segunda y la tercera te son repetidas varias veces, siempre a posteriori; vale, eran lógicas pero nunca se te habían comentado.

Y así transcurre el día, con leves reprimendas y ligeras insinuaciones. Te sientes fatal y sabes que te salva ser el hijo de la dueña. Finalmente cerráis el estanco y rezas para que se produzca un milagro y el tipo del banco llame mañana con un “oye, es que hemos hecho caja y verás... sobran 200 euros”

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domingo, agosto 22, 2004

Oh when I look back now, that summer seemed to last forever

Bueno, pues ya estoy de vuelta. Tras 10 horas y cuarto de agotador viaje en tren llegaba a Oviedo de mi retiro espiritual. Han sido unos cuantos días en los que internet y los ordenadores, al menos para mí, estaban a 1.000 kilómetros de distancia. Considero que me ha sentado muy bien, hacía tiempo que no iba a Benidorm.

Y es que Benidorm es mi ciudad favorita, aunque la verdad no tengo andadas demasiadas. Sé caminar por sus calles mejor que por las de Oviedo e incluso en mis sueños si camino por una calle es por alguna de allí.

Y os estaréis preguntando, si Benidorm está lleno de gente, ¿cómo le puede gustar a este hombre tanto? Pues simplemente es que es otra atmósfera. Todo el mundo está mucho más relajado, después de todo es un sitio para descansar. Aunque aquí hay mucha menos gente, por la calle, en comparación, parece que todo el mundo está tenso y enfadado. El simple hecho de que puedas ir a cualquier parte con unas bermudas, una camiseta gastada y unas sandalias, consigue que puedas caminar con una sonrisa en la boca. Allí todo parece mejor la gente es más feliz, las chicas son más guapas, el clima más cálido y el mar más calmado.

Otra cosa que me gusta es que el tiempo deja de ser importante, lo primero que hago cuando llego a Benidorm y entro en casa es quitarme el reloj. Y no tengo necesidad de ponerlo hasta que comienza el viaje de vuelta a Oviedo

Tras 2 años, creo, sin ir, comenzada a tener una espina clavada. En un principio irme con mis padres no parecía la mejor opción; sin duda quedarme solo un mes en casa con mi hermano resultada mucho más atrayente. Pero mi hermano encontró trabajo y se me chafó el plan. Quedarme solo significaba tener que ir todos las mañanas a trabajar. Pero la casa entera para mí durante un mes no sonaba demasiado mal. Así que qué mejor que irme unos días a Benidorm para quedarme luego unos días solo en Oviedo.

¿Qué a qué me dediqué esa semana? Pues por las mañanas bajaba a la playa y por las tardes me tumbaba en mi cama a leer y escuchar música. No suena mal, ¿verdad? Cuando meditaba si ir o no me lo había imaginado un poco más cinematográfico (siempre me pasa) conmigo sentado solo de noche en la playa escuchando el mar; pero bueno, no me puedo quejar, hubiese sido demasiado raro intentar explicarle a mis padres por qué salía de casa en chanclas a las 3 de la mañana.

Y aquí estoy, la verdad es que se podría decir que de bastante buen humor. Me pregunto cuanto me durará el relax adquirido en Benidorm. Espero que por lo menos hasta el agosto que viene.

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domingo, agosto 08, 2004

I see you comb your hair and gimme that grin

Un día el sabio Cory Matthews dijo que el tenía el pelo perfectamente a su gusto un día… y al día siguiente tenía que cortárselo y sufrir 2 meses con un corte horrible. Y diréis, ¿de qué nos está hablando este hombre? Pues de que me he cortado el pelo.

Mi caso no es de nuestro amigo Cory, yo generalmente me veo bien en todo momento. De hecho, uno de los pensamientos que tengo cuando me lo corto es “pues no me queda mal y es bastante más cómodo, ¿por qué no me lo dejo así?” La respuesta viene con el paso de las semanas, con el pelo más largo me sigo viendo bien; sin embargo, con el pelo largo, me siento más seguro de mí mismo. Es esa seguridad que me aporta la individualidad de mi corte de pelo. Bueno, puede que a vosotros os parezca una tontería; pero tener el pelo diferente a la mayoría de la gente es agradable para alguien de mi nivel de sociabilidad. No sé, es una especie de rasgo distintivo para con el resto

Cuando llevaba la cinta era aún más exagerado. En el Alimerka algunas ancianas incluso se quedaban mirando. Con la gorra-boina… en fin, ni os lo imagináis, a veces parecía que en la cabeza llevaba una mofeta muerta. Con ella llegaba a ser bastante molesto, en ocasiones, pasar por la plaza de la Escandalera, para qué contaros…

Pero a lo que iba, hace uno o dos meses descubrí que mi pelo ya no caía imparable en perpendicular al suelo, sino que se abría hacia los lados. Y unos días después, supongo que por la prisa, salí sin echar gomina. Y descubrí que cierta frase era real: “si no lo veo, no existe”. Es decir; con el pelo tapándote los ojos (al principio) y media cara (hace unos días), te creas una especie de escudo ante todo lo que te molesta.

Caminas por la calle con un peinado todavía más único por lo que te sientes aún más seguro; y lo que no te gusta, al verlo tras una cortina de pelo, es menos molesto (como correr un tupido velo). Y a su vez, tú estabas protegido por él; si los ojos son el espejo del alma, a ver quién osa a atisbar algo de la tuya. Nada te afecta, nadie te ve, luego eres como una sombra que simplemente pasa por encima del mundo. Pero no acababa ahí la cosa…

Y es que estar triste o deprimido con el pelo cayéndote por la cara es cien veces más cinematográfico (o más bien de anime…) que sin él, y eso me encantaba. En ocasiones sólo faltaba una lluvia localizada y una buena banda sonora. E incluso aumentaba la tristeza (estar triste o deprimido no es algo que me moleste, otro día os lo explico)

Y así pasaron los meses, te llegas a acostumbrar a caminar con tu máscara, vivir tristes finales y tener un peinado mezcla de nuevo roquero y freak de gafas de pasta. Pero todo tiene su inconveniente, y en este caso era el calor. En julio el calor que te da esta capa de pelo es considerable, así que aproveché para cortarlo antes de ir a Benidorm, total, algún día volverá a crecer. Lo malo es cuando ves a alguien con el pelo largo por la calle…


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Y aprovecho y hago un 2x1. Dentro de unas 9 horas salgo para Benidorm, volveré el 17 o por ahí. Así que dudo bastante que vaya a haber actualizaciones. Tenía pensado unas 2 más antes de irme pero por pereza se me acabó echando el tiempo encima. Una pena la verdad, porque eran acordes con el momento, pero bueno…

Seguid con vuestros comentarios :) . Ya nos veremos

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miércoles, agosto 04, 2004

El encuentro

Bob está en su cafetería preferida. Le gusta ese sitio; acogedor, buena música,... Después de un par de horas acaba su té con leche, se despide de sus amigos y sale del local. Ya ha oscurecido. Se pone su camisa holgada, se pasa el pelo por detrás de las orejas y se ajusta los auriculares. Comienza su regreso a casa mientras balbucea alguna canción de los Stones.

No es demasiado tarde; pero, por suerte, no encuentra mucha gente a su paso. Eso le gusta. La calle vacía; poder tararear, silbar o cantar sin que nadie le tome por un loco. Sigue el ritmo con sus pisadas. Tiene la sensación de que es el dueño de la ciudad, o, al menos, de la calle.

Después de 30 minutos caminando llega a una plazoleta desierta; en el centro, coronándola, una inmensa fuente. Bob apaga su reproductor, quiere oír el agua. Ahora se siente aún mejor. Oyendo sus propias pisadas y rodeado por el ruido que hace el agua al correr. Su satisfacción se ve interrumpida por una borrosa silueta a lo lejos.

Bob vuelve a encender su reproductor. Mientras se acerca, la silueta toma forma. Se trata de otro tipo de más o menos su edad. Bob le estudia en apenas unas décimas de segundo. Camisa de pana, pelo largo, auriculares... Cuando están prácticamente a la misma altura, las miradas se cruzan. Ambos la sostienen lo que parece una eternidad. Finalmente, al mismo tiempo que su oponente, Bob baja la vista. Cuando ya les separa un metro, sonríe. Es una sonrisa de superioridad. "Menudo capullo", piensa Bob. Hace un gesto con la cabeza, como queriendo olvidar el momento, se ajusta los auriculares y sigue su camino a casa.


5 minutos antes...


Billy sale de casa. Es un poco tarde para su gusto pero un día es un día. Se abrocha la camisa, se pone los cascos y sale de su portal. Cinco minutos después se acerca a una plazoleta con una fuente. Ha desviado ligeramente su camino sólo por el ruido del agua, le relaja. Sin embargo, la paz de caminar solo se ve interrumpida. Levanta la vista y se encuentra con un tipo de pelo largo con la camisa al viento. Billy arquea su ceja, sostiene la mirada con el desconocido unos tensos instantes. Cuando lo rebasa, aún con su ceja arqueada, sube el volumen de la música, se rasca la frente y prosigue con su camino.

Varios minutos después llega a un café. Hizo el resto del viaje sin cruzarse a nadie. Eso le encanta. Entra en el local; perfecto, tiene buena música y no demasiada gente. Pide un Okey y se sienta. Ante la pregunta de "qué tal" de un amigo responde, "Bien, pero me he encontrado a un imbécil de la que subía...".

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