Abe, morituri te salutant
Llevo más de un mes con esto en mente. La primera de ellas no me decidía a postearlo porque sentía que no tenía las ideas lo suficientemente elaboradas. Desde entonces le he dado vueltas una y otra vez, día tras día, como veréis más adelante, es algo difícil de ignorar u olvidar. Sin embargo siento que en la espera las ideas se están comenzando a perder en el olvido.
Nunca he tenido problemas en saludar a la gente. Es algo que, con el tiempo y la práctica, he llegado a perfeccionar. Levanto la mirada, miro a los ojos para que el otro sepa que le vas a saludar, sonrío y digo un hasta luego. Es algo que hago de buena gana, no me molesta saludar a mis amigos y conocidos. La verdad es que no me suelo encontrar a demasiada gente conocida, a no ser en los alrededores de la facultad, pero eso no desmerece que sea un gesto que hago de buen grado.
El problema viene a la hora de establecer un límite de gente a la que saludas y a la que no. Cuando saludas se supone que ambas personas se conocen, ¿verdad? Bueno, pues entonces a los amigos se les debe saludar; sería deplorable no hacerlo. También me parece lógico saludar a los conocidos; ya sabéis, esa gente que o bien es amiga de un amigo, o bien gente con la que hablamos de vez en cuando, entre otros casos. Además siempre digo que con los compañeros de clase del colegio tienes un vínculo ineludible por lo que os saludaréis aunque pocas veces hayáis hablado de pequeños (reitero que es algo que no me molesta en absoluto)
Bueno, pues con estas reglas básicas podemos pensar que el pequeño Abe está preparado para salir al mundo sin ningún temor. ¿Sí? ¡Cuán equivocados estáis queridos lectores! ¿Qué ocurre cuando te encuentras a un compañero de facultad? Ya no estamos en el colegio, la Universidad es diferente; clases repletas de alumnos que raramente se encuentran sólo en un curso, es difícil recordar todas las caras y, por lo tanto, que te recuerden. ¿Qué hacer entonces cuando te encuentras a un compañero que sabes que va a alguna de tus clases? Simplemente hacerte el loco (al menos yo). Vas caminando y te encuentras a alguien cuya cara conoces; sin embargo, no sabes si es recíproco. Compartís un vínculo común pero ya no es como en una clase de 30 personas. Además, saludar y que no sea recíproco es bastante desagrable. Total, si seguramente no te lo vuelvas a encontrar hasta que esto se haya olvidado.
O todo lo contrario. Personalmente, por obra y gracia de la fortuna, me encuentro todos los días con una serie de personas. La cosa empezó el año pasado, creo; me encontraba de vez en cuando con una par de personas con las que compartía clases o prácticas (en uno de los casos, ambas). Ante tal situación, inexperto yo, hice un rápido proceso mental. No sabía como se llamaban así que decidí no saludar. Me pareció lógico y razonable. No les saludaba en clase, no les saludaba en la facultad; por lo tanto, en la calle no había motivo (cuando digo saludaba, se entiende como saludábamos). Y así proseguí mi camino, unos segundos un poco incómodos no eran suficientes para vencer al demoledor razonamiento.
Sin embargo, la situación se está tornando un tanto insostenible. Actualmente raro es el día que no me encuentro a tres personas en mi misma calle. Se ve que viven por la zona, entran también a las nueve y se esperan para subir juntas. Así que, día tras día, salgo de casa, y, tras pasar el segundo semáforo, una, o varias, de las tres está esperando al resto. Esto me deja en una situación verdaderamente problemática. Volvemos al mismo razonamiento, desconozco sus nombres, no nos saludamos en la facultad…
¿Y si os encontraseis en Australia?, decía al principio una voz en mi mente; esto es bastante diferente, no es el mismo contexto, decía otra. Hablamos de un lugar a 25 minutos de donde no os saludáis.
Aún hoy tengo que esperar a que se abra el semáforo, empezar a caminar y rodear la esquina con alguna de esas tres personas delante e intentando parecer natural. Lo siento, no me sale; puede que sean imaginaciones mías, pero cuando tengo que hacer como que no veo a alguien siento los movimientos de mi cuello realmente toscos. El hecho de ganar en número les da una ventaja, pueden hacer comentarios sobre ti; y no estar en movimiento implica que sea el otro el que decida a qué altura debería de saludar.
La otra opción es sonreír y soltar un ‘hasta luego’. A simple vista parece mejor, pero tiene sus inconvenientes. El primero de ellos es que, al saludar sin que la relación hubiera cambiado, sería como decir "sí, sabía quiénes erais y no, no os saludaba". Resultaría bastante vergonzoso, o, por lo menos, incómodo. Además se le suma el hecho de que, como ambos vamos en la misma dirección, te las encuentres de camino o paradas en un semáforo. Se crearía entonces otra situación incómoda; elegir entre pararte a hablar aunque, en realidad, no os conozcáis, o saludar y adelantar, pasando de nueva a la pose ‘natural’. No sé que será mejor…
Es posible que para una persona altamente sociable esto sea una cuestión trivial; pero, sinceramente, para mí es algo que escapa a mi control y conocimiento, y que me trajo de cabeza este último mes especialmente.
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