Apocalipsis 18 2

Mientras escribía el último post sonó el timbre. Dejando el texto a medias me levanté y fui a la cocina. Cogí el telefonillo, no entendía muy bien lo que me decían, algo de limpieza, así que abrí. Total, supuse que sería algo de publicidad. Pero un segundo después de abrir, con el telefonillo ya colgado, las palabras empezaron a formarse y a coger sentido en mi cabeza.

“Maniática de la limpieza”. Esa es la frase que resultó. Imposible. ¿Cómo iba alguien a picar a una casa y bajo el lema de maniática de la limpieza. No, seguro que me equivocaba, lo de maniática no lo había entendido bien, seguro que era la chica que limpia el portal. Sin embargo comencé a imaginarme como una Mónica cualquiera venía a hacerme una prueba de cuál es el mejor quitamanchas.

La verdad es que empezaba a estar bastante intrigado, de modo que fui a la puerta a mirar si venía alguien. Efectivamente, el ascensor estaba subiendo. Cuando llegó me asomé por la mirilla, pero no logré a distinguir más que una silueta que no reconocía. Esperé un rato y cómo estaba allí pero no picaba abrí la puerta. No era una silueta, sino dos mujeres carpetas en mano. Genial, de algún seguro, pensé. Pero no, eran de algún tipo de religión/grupo pseudo-cristiano cuyo nombre ya no recuerdo. La cosa pintaba peor que con Seguros Santa Lucía.

Después de presentarse, agradecerme que las hubiera abierto (si ellas supieran…) y preguntarme si creía en Dios me vino a decir algo como, “como ya sabes, está escrito en la Biblia que Dios va a venir y va a destruir…”. Bien, esto comienza a ser un tanto perturbador. Desde luego no me apetecía tener a alguien en mi puerta hablándome del Apocalipsis y los pecadores. No sé si me vio un tanto sorprendido, que lo dudo porque soy bastante buen hipócrita, o ya lo tenía preparado, pero continúo con “bueno, no a destruir el mundo, pero a llevarse a las almas…”, o algo por el estilo.

Como os decía, me estaba resultando extraño y no me apetecía apuntarme a ningún grupo pseudo-cristiano vaya. Así que decidí ir enseñándoles amablemente la salida. “Verán, es que estoy estudiando y no tengo mucho tiempo…”. Acompañando la frase con un progresivo y lento cerrado de puerta. Sin embargo, dijo que lo comprendía, volvió a dar gracias por haber abierto y pidió por favor unos segundos más, que me quería leer una cosa. La verdad es que soy un blandengue y retorné la puerta a su estado original. La mujer comenzó a mirar entre sus carpetas, sacó una Biblia y comenzó a buscar la página.

No, no, no, quita. Tener a alguien recitándome en el descansillo un pasaje de la Biblia era demasiado. De eso a espíritus rondándome por casa seguro que hay sólo un paso. De modo que, ahora con clara preocupación, volví a poner mi excusa cerrando poco a poco, pero esta vez más rápido, mi puerta.

Esta vez, entendieron las señales; pidieron disculpas por el tiempo perdido, dieron gracias y se dirigieron al ascensor en pos de una nueva conversión. Yo volví a mi habitación, sonriendo por lo divertido que era la anécdota y pensando ya en un futuro post.